Crónicas de la Esquina Noroeste |
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martes, abril 27, 2004
Esta noche fuimos a buscar al Dari al aeropuerto. Llegaba a las 9 y más o menos a esa hora es que llegamos. Es más, vimos al avión de SW acomodarse, con cuidado, al lado del edificio, mientras le acercaban la escalera. (Se ve que no hay cobre para pagar la manga...) Entrando al sector de arribos, cámaras de televisión, encendidas, apretujadas contra la baranda. El foco, Juan Carlos Blumberg. Se puede decir mucho de este hombre y se puede estar de acuerdo, o completamente en contra, de su reclamo. Mi casilla de correos, la semana pasada, era un caos: que si la derecha fascista, que si la izquierda progre, que si Axel era bonito y estudió en colegios privados, que si hubiera sido morocho, feo y pobre... No escuché lo que decía, pero mientras esperábamos que Darío buscara sus cosas y saliera, lo miré. Y, si bien no podía oírlo a él, era claramente consciente de cómo todo el mundo alrededor hablaba en voz baja, en marcado contraste con lo ruidoso que es normalmente ese lugar. Creo que a todos los que lo vimos, simplemente, se nos partió el alma de pena. sábado, abril 24, 2004
No es lo mismo pedir algo prestado a recibirlo sin haberlo pedido. Ni siquiera querido. Mucho menos cuando en realidad vino en una categoría que no podía calificarse de préstamo: para mí, un "te traje esto porque me parece que te puede servir," sin más explicaciones, es más bien un regalo, al mejor estilo "me saco esto de encima que no me sirve, pero me da pena tirarlo". Un regalo que no me hacía mucha falta, se trataba simplemente de un folleto que tenía poco y nada que me sirviera, pero lo recibí porque vino con muy buena onda. Eso fue en noviembre, el año pasado. En diciembre lo ofrecí de regreso, pero no lo recibió. "No, tenelo vos, total a mí no me hace falta." Ahora, casi seis meses después, suena el teléfono. "¿Cuándo puedo pasar a buscar el folleto que te presté el año pasado?" No tengo palabras para describir la clase de frustración que siento. Primero, porque no lo pedí. Segundo, porque lo recibí nada más que para no hacerle creer que no valoraba su buena intención. Tercero, porque intenté regresarlo después de un tiempo prudencial, cuando todavía sabía dónde estaba. Cuarto, porque ahora soy responsable de una miserable hoja de papel que no tengo idea dónde está. Hay que aprender a decir que no. Ojalá alguien me hubiera enseñado a tiempo. jueves, abril 22, 2004
Se llama así porque... bueno, necesitaba un nombre para la red, y decidimos hacer honor a la empresa que nos permitió darnos el lujo. Es una Pentium IV con todos los chiches. Pero todos. Eso sí, después de instalar todos los programas, al volver a ésta, pobrecita mía, me dieron ganas de llorar. Todo va tan despacio en este escritorio, y tan rápido en el de enfrente! jueves, abril 15, 2004
Muchos la conocen como la ciudad donde se va a peregrinar; el santuario -aún en construcción, y no se sabe por cuánto tiempo más- es lo que la llevó a la "fama", por así decirlo, y pocos recuerdan nada más. El otro punto de atractivo turístico es la Casa del Acuerdo, pero yo de estas cosas me enteré de grandecita. Claro que sabía del río, como toda ciudad a la vera del Paraná (en este caso, un brazo que se conoce como Yaguarón) no hay visita que no incluya surubí, amarillo y boga. Lo más interesante de San Nicolás, para mí, es el Teatro Municipal Rafael de Aguiar. Ni siquiera supe su nombre hasta hace pocos años, la verdad, para mí era simplemente el teatro, y punto. Es una belleza, así de simple. Miniatura del Teatro Colón de Buenos Aires, fue inaugurado tres meses más tarde y funciona sin descanso desde entonces. También desde esa época vivieron allí mis bisabuelos, mis abuelos, y mi papá, hasta que dejó la ciudad para estudiar y jamás volvió como no fuera de visita. Mantienen la tradición mis tíos que, posiblemente, sean los últimos. Estuvimos allí poco tiempo: un día y medio de permanencia, el resto viajando. Alejandro tuvo la oportunidad de conocer al teatro y a mis primos; y Anita Sofía a sus primas segundas, Cecilia (11) y Paula (7), un par de dulzuras que la confundieron con una muñeca y se divirtieron juntas en grande con la perra, la gata, los pajaritos, la tortuga y la lechuza. Me queda el sabor amargo de saber que, de haber podido, me habría quedado un mes. Notas: La foto de la pintura que se encuentra en el cielorraso del teatro, justo sobre el escenario, muestra a una niña (abajo, a la izquierda) que toca el triángulo. La modelo fue mi tía abuela María Felisa. Y el dibujo fue un regalo de Paulita, que me retrató con Anita Sofía en brazos. jueves, abril 08, 2004
La primera vez que visité la ciudad, a los ocho años, la laguna Setúbal olía... mal. La segunda vez tenía catorce años y me mantuve alejada de la zona. Y recién ahora volví, con mi hija, a celebrar el cumpleaños de quince de mi prima Dianita. Encontré el puente colgante nuevo, ya que al anterior se lo llevó una crecida hace más de diez años. La aerosilla que cruzaba la laguna es hoy sólo un recuerdo materializado en enormes pilares de hormigón, que reconocí de inmediato. La costanera en proceso de extensión, la laguna limpia y la ciudad bella, a pesar de lo que sufrió el año pasado. Las reuniones familiares siempre tienen sus altos y sus bajos. En este caso, creo que el bajo total fue el cansancio. Correr detrás de Anita todo el día, alejada de la zona de confort que me ofrece la esquina noroeste, a pesar de la ayuda de mi mamá, le quitó un poco de brillo a todo. El domingo a la tarde/noche sólo podía pensar en que estaba cansada, cuando lo que más quería era no dejar de disfrutar un instante junto a la familia. La chiquita tuvo su bajo, también: alejada de su zona de confort, comió poquito aunque se mantuvo tan simpática y sonriente como siempre. El alto fue reencontrarme con mis primos, a quienes no veía desde hace años. Encontrar a los dos más grandes casados y con dos niños cada uno, corriendo tras ellos igual que yo tras la mía, y pudiendo compartir, como cuando éramos chicos, las típicas miradas cómplices: ¿Te acordás cuando...? Me habría gustado quedarme una semana en lugar de tan sólo un par de días. Para lo poco que nos hemos visto en nuestras vidas, teníamos mucho que recordar y contarnos. miércoles, abril 07, 2004
Venía posponiendo el cambio estacional, simplemente porque con más de 30 grados de temperatura no puedo creer que el verano simplemente no haya decidido extenderse más allá del equinoccio. Ahora, recién regresadas de Santa Fe, donde disfrutamos de un hermoso fin de semana en familia bajo la suave brisa del aire acondicionado central de hoteles y restaurantes, es hora de cambiar la situación. Sobre todo porque mis vínculos estaban horrendamente desactualizados! Quizá en un par de días me arrepienta pero, por ahora, el otoño se animó a dar un tímido saludo; y va un saludo de vuelta. jueves, abril 01, 2004
La gordita se estrenó, después de tantas expectativas y preparativos, en el jardín de infantes. Mientras yo le dejaba las cosas (fundamentalmente, arreglaba papelerío) con la directora, Anita se apropió de la sala amarilla (la de los de tres y cuatro añitos, a ella le toca la azul) y ni siquiera se dio cuenta cuando me fui. Aparentemente sí lo hizo más tarde. Cuando fui a buscarla, una hora y media después, la encontré tomando la mamadera en brazos de Cintia, su maestra. Apenas me vio me dedicó cuarenta segundos de llanto recriminatorio. Aparenta que lloró de a intervalos y poquito, cuando se acordaba que yo no estaba. Hasta que veía un juguete interesante o le picaba la curiosidad por ver qué hacían los demás, claro. Es la única nena de la sala azul, y la más chiquita del grupo también. Eso le aseguró los brazos de Cintia y muchos mimos... sé que tocan varios días con algún llantito, pero cuando termine de adaptarse a esta nueva actividad, la pobre seño se las va a ver en figuritas! |
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