Crónicas de la Esquina Noroeste |
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martes, junio 29, 2004
Es el principio de -según me cuentan- una historia de nunca acabar. Los piojos han probado a Anita, contrario a lo esperado, ya que toda la vida nos han despreciado tanto al Ale como a mí. Pero se ve que la niña, a través de algún gen (que será derivado del lechero, panadero o diariero, porque nuestro no es) es deliciosa.
El viernes pasado fue cuando descubrimos que tenía autitos en la cabeza, y el fin de semana fue dedicado a desalojarlos. Hasta hace tres semanas, creí que lo peor que iba a tener que hacer (después de amamantar, al parto no lo cuento porque fue sin dolor, así que resultó más un trámite que otra cosa) era nebulizar a Anita. (Horacio, ¿suena familiar?) Ahora sé que la peor pesadilla de la nena, en adición a una mascarilla, va a incluír un peine fino. Igual que con el nebulizador, el proceso requiere de dos adultos: uno la inmoviliza, el otro hace el trabajo. Ya tiene el pelo lacio de tanto peinarla, la pobrecita, mientras el mío se onduló de luchar contra tanta pataleta... |
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