Crónicas de la Esquina Noroeste |
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jueves, marzo 18, 2004
Nunca me había pasado antes. Como vecina de Alta Córdoba por adopción, aprendí cómo llegar y cómo salir de a poco. Al principio sólo conocía dos formas, ahora ya casi puedo llegar a cualquier lugar de la ciudad y volver sin perderme. Sin embargo, junto a Alta Córdoba existe este agujero negro llamado San Martín, cuyos secretos aún me eluden. En una manzana de San Martín, se encuentra el Hospital Pediátrico del Niño Jesús (mejor conocido como la Casa Cuna) donde Anita ha recibido sus vacunas desde el primer día, de manos del mismo enfermero que conoce su arte como pocos, y que jamás le permitió esbozar siquiera un sonido de protesta. El recorrido hacia el hospital es aparentemente simple. Urquiza hasta Bedoya, cruzamos las vías y tomamos Brandsen. De ahí, una cuadra a la izquierda y varias a la derecha, para terminar en la avenida Castro Barros, a un costado de la Casa Cuna. No sé cómo, después de haber ido y vuelto tantas veces, terminamos tan mal. Recuerdo haber llegado hasta Brandsen, doblado a la izquierda y luego a la derecha. Lo que recuerdo, a continuación, es que el Hospital parecía no aparecer nunca. Lo que sí apareció fue la vieja cárcel de San Martín. Afortunadamente para mí, además de Anita (que no es una testigo confiable) conmigo venía la Tú y me asegura que doblé bien. Supuestamente. Llegamos al hospital cuarenta minutos después, tan desconcertadas como seguimos hoy, después de haber mirado todos los planos tratando de entender cómo un giro a la izquierda nos llevó a la derecha. La Tierra es redonda, pero no es como para dar la vuelta y llegar por el otro lado en tan poco tiempo. |
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Visite Córdoba, pero no haga ruido a la siesta |