Crónicas de la Esquina Noroeste |
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domingo, marzo 07, 2004
Disfrutamos de unos días a apenas metros del río, con mis suegros (es decir, malcriadas a más no poder) y Juan, dueño de casa y anfitrión extraordinario. Nos acompañó el sol hasta ayer, sábado, cuando el viento sopló del sur, cubriendo el cielo de nubes oscuras. La lluvia, sin embargo, se hizo esperar hasta la noche. A la 1:30 de la madrugada nos despertó el sonido de fuegos artificiales. Mientras yo estaba convencida de que se trataba de un casamiento, la Tú no. "A lo mejor avisan que viene la creciente." Las palabras exactas para que yo ya no me pudiera dormir, pensando que me la estaba perdiendo. Esta mañana, sin embargo, el San Antonio estaba prácticamente como siempre, apenas si un poquitín más sonoro que en días pasados. Nos despedimos de Playas de Oro por la tarde, ansiosas por volver a casa y terminar, así, con la paz y tranquilidad de la que debe haber disfrutado el Ale estos días. Ahora, mientras un partido de fútbol u otro copa la pantalla del televisor, Anita se ríe. Su papá hace magia, desapareciendo una servilleta de papel dentro de su puño cerrado para el exclusivo beneficio de la bebé que dijo "papá" apenas vio aparecer la esquina noroeste desde la ventanilla del coche. No hay nada como estar de nuevo en casa. |
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