Crónicas de la Esquina Noroeste |
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miércoles, febrero 04, 2004
El miércoles pasado, me pasé una horita en el quirófano para que me sacaran una cosita. Nada serio: salí cuando terminó, pasé por Andrea Franceschini (tiramisú para más datos) y vine a casa, pero desde entonces me siento como la novia de Frankenstein (y eso que la zona no permite andar mostrando), entre dolida, molesta e insomne, y esperando que llegue el viernes, cuando me van a sacar los puntos. Eso sí, en épocas como ésta, no hay nada más incómodo que estar sentada. Pero, para no quedarse atrás, mi familia (la extendida, en este caso) vuelve a las andadas. Como si se repitiera una escena de hace año y medio, cuando mi mamá frenó con su cuerpo a un coche que, de estar estacionado, decidió dar marcha atrás sobre la senda peatonal en Buenos Aires y Pueyrredón, el cuñado más joven de mi papá decidió mejorar la proeza. En este caso fue una camioneta la que no pudo continuar circulando luego del impacto. A pesar de todo, la camioneta se encuentra en buen estado. No así el pobre, que igual la sacó barata: no-sé-cuántos puntos en una pierna, fractura de pelvis y disfraz de moretón. Vuelvo sobre los puntos: nunca más voy a poder ver un carretel de hilo negro de la misma forma... |
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Visite Córdoba, pero no haga ruido a la siesta |