Crónicas de la Esquina Noroeste |
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lunes, enero 19, 2004![]() Es difícil pensar que ese hilito de agua se comió -literalmente- la mejor parte de dos pueblos en 1992. En la foto se lo ve bastante ancho, al menos, pero el sábado no tenía más de un metro, y una profundidad de hasta 50 centímetros... exagerando, porque en algunas áreas apenas si me cubría los pies. Ana Sofía se divirtió mucho, jugando con el agua y la arena bajo la sombra del nuevo puente... sin darse cuenta que esa cinta de hormigón armado de unos 80 mentros de ancho que se ubica perpendicular al suelo contra la margen norte, fue un puente también, en otra vida. El agua lo arrancó de cuajo y lo arrastró doscientos metros. Si no lo hubiera visto, no lo creo. Es un río traicionero, eso ya se sabe. En Taninga, se llama Jaime y es conocido por crecer cerca de diez metros en un instante, con cielo despejado. Claro, con que llueva a 50 kilómetros de distancia, cerca de donde nace, es suficiente: la gente del lugar no mira tanto sus propias nubes como las de Mina Clavero, allá a lo lejos, y anda con mucho cuidado. A la altura de Soto se llama, justamente, río Soto. Y es aún más de cuidado, por la cantidad de arroyos (como el Noguinet, que es apenas un hilo de agua pero puede convertirse en un torrente incontenible, como probó en el '92) que se suman al cauce. Sin embargo, la mayor parte del tiempo es hermoso. El agua es ligeramente yodada y muy limpia, el lecho es arenoso y suave, muy pocas piedras... ideal para disfrutar en familia. Eso sí, yo no pude evitar dejar de mirar el cielo y contar las nubes. Por las dudas. |
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