Crónicas de la Esquina Noroeste |
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domingo, diciembre 07, 2003
A veces se me ocurre que ésa debería ser la descripción de este blog, aunque no sea muy diario que digamos, ni yo muy ama de casa tampoco. Sin embargo, ésta es una entrada que caería dentro de lo que se supondría de una descripción como ésa. El viernes, como ya dije, entregamos el último trabajo grande del año, con lo que quedaron semi-inauguradas las vacaciones. Digo semi porque todavía estamos trabajando, sólo que sin corridas de la envergadura que suponen los trabajos más grandes. Sin embargo, los chicos decidieron que era hora de organizar el asado de fin de año, y la fecha decidida fue ayer sábado. No sé muy bien cómo nos enteramos que los supermercados Disco lanzaron una promoción justo para el viernes por la noche, donde todos los clientes de Discoplus podrían disfrutar de un descuento del 15% en carnes desde las 22 horas y hasta la 1 del sábado. Oh, casualidad, y nosotros justo por hacer asado! Diez menos diez, pe eme, la Tú dejó caer un comentario al estilo "Ustedes ya tendrían que estar allá, que va a ser un mundo de gente!" "Noooooo, no va a ser para tanto!" Un par de minutos más tarde llegó el Jano y salimos. La verdad es que no había tanta gente, porque el estacionamiento subterráneo tenía lugar -y menos mal-, pero no había ni un carrito. Aunque ese supermercado tiene algo, porque cada vez veo menos. Me pregunto si habrá un mercado negro de carritos del súper... pero me estoy yendo por las ramas. Tampoco había canastos, pero no nos preocupamos porque sólo íbamos a buscar carne. Subiendo por la rampa, nos dimos cuenta que un ruido que sentíamos en realidad era el sonido producido por una batucada. Que, una vez dentro del súper, descubrimos que era en vivo, para deleitar a los clientes que andaban a los gritos llamando a los chicos que se les desaparecían en cada pasillo, con la boca llena de budín inglés, salame, queso y no-sé-qué-más porque, aprovechando el amontonamiento, había degustación. Todo bajo la decoración navideña que ya hizo su aparición, además de simpáticos carteles que anunciaban la llegada de las "Noches Doradas" de la cadena, a la que supongo pertenecía la promoción de esa noche en particular. Por suerte, los chicos no tenían aspiraciones de hacerse cortar la carne en la carnicería -que hubiera significado una media hora de cola, fácil- y fueron derecho a la góndola, donde eligieron las bandejas que les cayeron más simpáticas y, como lo hicieron rápido, pudimos pasar por una caja y salir en menos de diez minutos. Sin embargo, me dio la sensación de que éramos los únicos que teníamos algún apuro por irnos: la gran mayoría de la gente -familias enteras- parecía querer quedarse lo que durara el espectáculo (y los salames). Salí asqueada. Parece que ahora ir de compras debe ser una experiencia artística... o sensorial... o lo que sea...? Eso, o la que siempre va a contramano soy yo. |
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