Crónicas de la Esquina Noroeste

martes, enero 27, 2004

Si éstos no son actos fallidos... 

Está visto que tenemos una mentalidad que no admite siquiera soñar más allá de nuestras limitaciones diarias básicas, que posiblemente no podamos sacudirnos de la cabeza. Me refiero más que nada a mi área de influencia y no es una generalidad tampoco, pero lean esto y díganme si no les daría pena... si no fuera porque da más gracia que otra cosa.

El primero tiene varios años, y salió a flote en una charla de hombres que hablaban de coches. Jamás se supo cómo terminaron hablando de Rolls Royce, pero llegado el momento a uno de ellos le preguntaron: "Vos, ¿qué harías si te regalaran uno?"

"Le pongo gas."

El segundo tiene menos de dos horas, en medio de una conversación de mujeres mientras nuestros retoños nos sacaban canas verdes jugando alrededor nuestro. Una de las chicas comentó que quería jugar al Quini, e inmediatamente después dos de nosotras comenzamos a ayudarla a gastar el dinero del premio. Llegado un punto, le preguntamos a la cuarta: "¿Qué harías si te ganás el Quini?"

"Cambio la pileta de lavar la ropa."


Blanca, a las 9:27 p. m.




domingo, enero 25, 2004

Una experiencia bizarra 

Creo que lo más fácil del mundo debe ser pagar. El hecho de desembolsar dinero, monedas, pasar el plástico por una maquinita... todos te dicen que sí. Jamás nadie me hizo problema para pagar nada. Si alguien se me presenta y me dice que viene a pagar algo, aunque no tenga idea de qué se trata, yo cobro. El resto del mundo, creía hasta hoy, es igual.

O, mejor dicho, lo era.

Se nos ocurrió comprar algo por Internet, después de renegar un poquito con la logística que un emprendimiento como éste requiere. Rellenamos formularios de pedido y llegamos al momento definitorio de la transacción. Ese día tuvimos un problemita y no pudimos terminar el trámite en ese momento pero, según la empresa, teníamos quince días más para confirmar la orden con el cobre correspondiente.

Aquí llega la parte interesante: con esto del Paypal resuelto -que fue lo que nos demoró en principio- me pasé la tarde de ayer revisando hasta el último rincón del sitio web de la empresa buscando la forma de pagar, y no encontré ninguna. Había una al final de aquel formulario inicial, pero volver a llenarlo fue inútil; mis datos ya estaban en su poder y no los aceptaban nuevamente.

Los escracharía con la URL pero, al final, con un correo electrónico se solucionó todo. Es decir, se salvan por estar atentos a las quejas de los clientes, aunque me hicieron llenar el formulario de nuevo porque la única solución posible pasaba por ahí: borrar el pedido anterior para poder hacer el nuevo.

Me pregunto, entonces, qué puede tener de malo un vínculo que diga -con sutileza, claro- "¿Quiere pagar? ¡Hágalo aquí!"

Cosa extraña, ¿no?


Blanca, a las 7:55 a. m.




sábado, enero 24, 2004

Llueve sopa... 

...y yo, con el tenedor en la mano.

Me tomé un par de días para ver qué tenía que hacer en blogmatrix para sindicar las crónicas. Y finalmente, después de entender más o menos esta cuestión y de hacer cuidadosamente todo lo que me decían, me entero que Blogger finalmente decide ofrecer el servicio. (Gracias a las bondades del blog de jlori).

Bueno, por el momento, y a pesar de todo, ya estoy sindicada, de una forma u otra. Bajé un programita para leer a los demás, también, y me parece una preciosura: ¿cómo pude vivir antes sin él?

Lo voy a meditar mientras vuelvo al trabajo... sí, ¡me toca en sábado!


Blanca, a las 1:14 p. m.




miércoles, enero 21, 2004

De Roswell a San Roque 

¿A quién le gusta ir al médico? A mí, no, y esta mañana me tocaba. Sin embargo, alcancé a salir con una sonrisa después de leer un mail que trajo la noticia más rápido que la radio.

Un bólido cayó del cielo en la localidad de San Roque, en Corrientes. A campo abierto y sin provocar daños, por suerte. Los primeros comentarios daban mucha gracia: "Parece un tambor de 500 litros."

Eso fue lo que pensé, ahora la basura del cielo cae acá. Y lo peor es que tenía razón.


Blanca, a las 11:40 p. m.




Crónicas... v2.0 

Me lo debía, hace rato ya, pero descubrí que el código de Blogger me traía más dolores de cabeza que satisfacciones. Me decidí, al final, por aprovechar el talento ajeno. Espero que les guste tanto como a mí.


Blanca, a las 2:57 a. m.




martes, enero 20, 2004

Tino 

Llegó esta mañana y se asomó por la puerta de la esquina. No le di mucha importancia, pero a la hora del almuerzo Alejandro se puso a mirarlo con detenimiento. "Es un certificado de pobreza," opinó un poco enternecido. Algo raro, porque no suele ser así. "Se parece a la Tina."

Héctor fue el siguiente en asomarse y mirar a ese saco de pelo corto, lustroso, cuidado... y huesos evidentes. Patas largas, muy delgadas, porte elegante a pesar de su estado. Algunas canas y ni una garrapata; obviamente un perro de caza que se quedó sin casa. "¿Tina?" le preguntó despacito, a ver si reconocía el nombre, o a él.

"Tina era más oscura," opinó la Tú mirando las manchas color té con leche. Sin embargo, ella también llamó. "¿Tina?"

Nada. Se quedó cerca de la puerta, mirando para adentro, aunque se alejaba cada vez que alguno amagaba abrir la reja. Compartimos toda clase de teorías. ¿Se acordaría Tina de su viejo hogar? No... y tampoco era Tina. Una observación cuidadosa, a pesar del rabo que tiene metido entre las patas traseras reveló que, si acaso, se trata de Tino. ¿Viviría aquí cerca, o lo trajeron de otro lugar? ¿Hace cuánto que se quedó sin hogar?

Manso y educado, silencioso, Tino se quedó bajo el jacarandá. Casi cruza la calle cuando salimos, luego de una larga discusión al respecto, con un puñado de comida que no pudo rechazar. No queremos otro perro, pero tampoco podemos dejarlo así.

Me asomo por la ventana y todavía puedo verlo, descansando a la sombra en la vereda.


Blanca, a las 2:41 p. m.




lunes, enero 19, 2004

El mismo río que se llevó dos pueblos 


Es difícil pensar que ese hilito de agua se comió -literalmente- la mejor parte de dos pueblos en 1992. En la foto se lo ve bastante ancho, al menos, pero el sábado no tenía más de un metro, y una profundidad de hasta 50 centímetros... exagerando, porque en algunas áreas apenas si me cubría los pies.

Ana Sofía se divirtió mucho, jugando con el agua y la arena bajo la sombra del nuevo puente... sin darse cuenta que esa cinta de hormigón armado de unos 80 mentros de ancho que se ubica perpendicular al suelo contra la margen norte, fue un puente también, en otra vida. El agua lo arrancó de cuajo y lo arrastró doscientos metros. Si no lo hubiera visto, no lo creo.

Es un río traicionero, eso ya se sabe. En Taninga, se llama Jaime y es conocido por crecer cerca de diez metros en un instante, con cielo despejado. Claro, con que llueva a 50 kilómetros de distancia, cerca de donde nace, es suficiente: la gente del lugar no mira tanto sus propias nubes como las de Mina Clavero, allá a lo lejos, y anda con mucho cuidado.

A la altura de Soto se llama, justamente, río Soto. Y es aún más de cuidado, por la cantidad de arroyos (como el Noguinet, que es apenas un hilo de agua pero puede convertirse en un torrente incontenible, como probó en el '92) que se suman al cauce.

Sin embargo, la mayor parte del tiempo es hermoso. El agua es ligeramente yodada y muy limpia, el lecho es arenoso y suave, muy pocas piedras... ideal para disfrutar en familia. Eso sí, yo no pude evitar dejar de mirar el cielo y contar las nubes.

Por las dudas.


Blanca, a las 5:47 p. m.




miércoles, enero 14, 2004

Hoy aprendí algo nuevo 

Así como esto de la inseguridad nos toca a todos, sobre todos los que vivimos en áreas donde es prácticamente una costumbre, y en esta ciudad no hay quien en algún momento haya metido la mano en la cartera o el bolsillo para descubrir que faltaba la billetera, hay otras cosas que nos pasan por el costado. Hasta que nos vemos forzados a confrontar con cosas que nos parecen ajenas, lejanas, inexistentes. Pero que, de inexistentes, no tienen nada.

Hoy leí este artículo en La Voz del Interior. Coincidió justamente con una visita al supermercado, un hecho jamás demasiado feliz para mí, pero que es finalmente un mal necesario. El horario elegido fue uno de los menos concurridos, así que con la Tú caminamos tranquilas entre las góndolas, sin tener que preocuparnos por elegir la ruta menos transitada -pero siempre más larga e incómoda- para llegar a donde queríamos ir. Nos detuvimos también, innecesariamente, en el área de productos para bebé, ya que no pensábamos comprar nada. Entenderán que es una parada inevitable para nosotras.

Ahí fue que se nos acercó. Un hombre de mi edad, aunque parecía unos diez años mayor por las arrugas en una piel que debe pasar demasiado tiempo expuesta a la intemperie y, seguramente, al polvo de ladrillo. De apariencia humilde, con los zapatos manchados de cal, y con cara de perdido. Tenía un paquete de pañales en la mano. Muy educado, se disculpó primero por "molestarnos," y después nos preguntó: "¿Me podrían decir si éstos son extra grandes?"

Me acerqué a ver y no, eran medianos. Le señalé la M grandota. "Tiene que buscar los que dicen XG," le contesté, un poco enternecida: no lo veo a mi marido buscando pañales, y mucho menos pidiendo ayuda. No está para estos menesteres domésticos, sus visitas al supermercado se reducen a conocer las áreas de carnicería, fiambres y quesos como si fueran nuestra casa, pero no da un paso fuera de esa zona de confort si puede evitarlo.

El hombre se volvió a mirar la estantería llena de pañales, y me señaló un grupo de la misma marca, al lado de donde había sacado el que tenía en la mano. "¿Son ésos?" No, eran grandes, como anunciaba la G tamaño baño, azul sobre fondo amarillo. "¡Los complementarios no pueden no funcionar!," pensaba yo. No entendía qué pasaba, pero cuando vi que señalar los XG, que estaban exactamente al lado, no daba resultado, me acerqué y le di un paquete. "Éstos son los extra grandes," le dije.

No se imaginan la expresión de este hombre mientras me daba las gracias. Y no me quiero imaginar mi cara, que debía haberse transformado en un signo de pregunta. "Es que no quiero equivocarme y llevar los que no son..." Le respondí con un "No se preocupe, no es problema," o algo así, me volvió a dar las gracias, y se fue.

Cuando me di vuelta a buscar a la Tú, fue que me di cuenta. Ella se había avivado antes pero, claro, ya era tarde para meterse sin hacerlo más obvio de lo que era.

Él no sabe leer.

Y no está solo, en esta ciudad tan sólo hay 13.300 personas más, mayores de quince años, en la misma situación. Esto tampoco es nuevo, sólo que recién hoy me entero de que es mucho más que un simple número.


Blanca, a las 1:24 a. m.




martes, enero 13, 2004

28 horas 

Jano y Paola se casaron, y estuvimos ahí, compartiendo ese momento con ellos. Fue un viaje muy lindo y la estadía aún mejor. Con las corridas de último momento de parte de los novios, sobre todo, una historia llena de anécdotas que volveremos a compartir con ellos cuando vuelvan a Córdoba.

Coronel Baigorria queda a 180 kilómetros al sur de Córdoba, sobre la ruta a Río Cuarto. Nosotros no somos de salir mucho, por no decir casi nada, pero finalmente y con un poco de ayuda encontramos la forma. Salimos el sábado a las cinco de la tarde, y volvimos el domingo a las nueve de la noche. Viajamos con Miguel y Darío, dejando a la princesita aquí en la esquina, al cuidado de sus abuelos y su madrina.

Fue difícil dejarla, y fue difícil estar lejos: a cada ratito nos mirábamos y sabíamos que nos estábamos preguntando "¿Qué estará haciendo?" Eso me lleva a concluír que no existe la libertad de "dejar a los chicos" y salir. Siempre están ahí.

Mientras tanto...

Antes de salir, Anita tiró de la cuerda con la que nos tiene atados. Estaba parada, agarrada de una silla, cuando se soltó y caminó solita hacia una silla cercana. Tres o cuatro pasitos, nada más. Luego, repitió la hazaña como para desquitarse de lo que -sabía- iba a suceder. Así que me fui con el corazón hecho un bollito, pensando que iba a volver y encontrarla correteando por todas partes, y que me iba a perder el proceso!

Sin embargo fue un tirón de cuerda, nomás. Nos esperó de buen humor, y no volvió a caminar... por el momento.

Una de cowboys

Lo primero que hice apenas llegamos a Baigorria fue llamar a casa. Me atendió la Tú, que inmediatamente me indicó cortar y esperar que me devolviera el llamado porque tenía algo que contarme. Fue una del oeste; a Astrid la asaltaron en pleno Cofico. Ahorrando detalles y con la aclaración de que se encuentra en perfecto estado de salud (descontando un par de coloridos moretones), llegó a la esquina el sábado a la tardecita, en una camioneta del CAP de donde descendió con el carrito del supermercado.

Conclusión

¡La de cosas que pueden suceder en 28 horas! Un fin de semana con muchos acontecimientos. Aún así, el más importante de todos es el de los chicos que el sábado por la noche dijeron que . A ellos, ¡muchas felicidades!


Blanca, a las 1:34 a. m.




sábado, enero 10, 2004

Un rato para mirar para adentro 

Quien dice un rato, puede decir unos (cuantos) días, también. En realidad, es cierto que, cuando no tengo tiempo para escribir aquí, es porque tengo mucho trabajo o estoy escribiendo otra cosa. Hay un poco de todo en esta ausencia.

Es increíble cómo todo suma un poquito. Primero, la llegada de las vacaciones (para todo el mundo de este hemisferio, parece, menos para la esquina noroeste, que sigue de turno). Sin embargo, el ritmo más relajado que ofrecen las fiestas comienzan a aflojar las tensiones y cuando llegó el primero de año me di cuenta que, haciendo lo mínimo indispensable, estaba cansada. El cansancio de todo un año con tantos cambios, que recién ahora, al ofrecer al cuerpo un poco de reposo, llegado un punto vi que no podía levantarme a hacer lo mismo de siempre.

Así cambié la rutina. Le di tiempo a cosas que venía postergando, que necesitaba. A todo menos esta pantalla (conectada a la cajita prestada debido a que el disco duro de la anterior dijo BASTA), como no fuera para trabajar. Comencé, incluso, a sacrificar unas horas de sueño y levantarme más temprano que de costumbre, para hacer nada más que tomar unos mates tranquila en el patio, con la Tú y Stella -madrina de Ana Sofía, de visita desde Buenos Aires- antes que se despertara la bebé.

Y me di un tiempito para mirar para atrás, revisar cosas que tenía pendientes dentro mío. Broncas, tristezas y culpas, de ésas que cuando las recordás te ciegan, te paralizan. Me di el gusto de sentirlas con fuerza, y quizá haya funcionado porque mientras escribo, las repaso, y pareciera que quieren quedarse ahí atrás donde ahora, finalmente, las dejé.

Por supuesto, también me di el gusto de, en esa mirada al pasado, volver a disfrutar las alegrías, que el 2003 me dio muchas y no era justo dejarlas de lado. Miré fotos viejas, no sólo del año que pasó, y encontré sonrisas y alguna que otra lagrimita.

Escribí.

Finalmente, ya me siento lista para cambiar la rutina otra vez, y volver a mirar para afuera, para el hoy.

Me quedan otras cosas en la interminable lista de pendientes, interrupciones y pérdidas, pero será en otro momento. Un paso a la vez.

Por ahora... gracias por venir a verme, por preocuparse... lamento haber desaparecido sin decir nada. Estoy contenta de estar de vuelta, y espero que estén disfrutando de estos días, tanto de invierno como de verano, con mucho calor o mucho frío. Recién me estoy dando cuenta: tenemos un almanaque nuevo para gastar!


Blanca, a las 2:15 a. m.




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