Crónicas de la Esquina Noroeste

sábado, diciembre 27, 2003

Un pequeño tornado 

Terminamos el feriado navideño con una visita al pediatra. Ana Sofía, por motivos que quedarán sin conocerse, decidió deshacerse de todo lo que comió desde el jueves por la tarde. Le dimos toda la noche de gracia, pero cuando ya no se quedó siquiera con la leche que tomó de desayuno en la pancita, partimos rumbo al Allende.

Era una mañana pesada como pocas, con muchísimo calor. De ésas que quitan todo ánimo navideño y sacan a flote todas las cualidades negativas que tanto intentamos subyugar a pura fuerza de voluntad. Todo el mundo manejando de mal humor, gritos y bocinazos, transeúntes apurados y listos para insultar al que iba más despacio, bloqueando la vereda.

Y, por supuesto, la fecha no era buena: todo el mundo llevaba a su criatura al médico. Sin embargo, Gabosi, a quien admiro hoy más que antes no sólo por ser un buen pediatra sino por ser un tipo de visión, no había dado turnos a nadie y atendía por orden de llegada: se ve que la experiencia no es al vicio. Creo que pasé más tiempo esperando a que me atendiera la secretaria que lo que esperamos hasta que fuera nuestro turno. Salimos tranquilas, aunque agobiadas al dejar el aire acondicionado y volver a respirar calor y humedad.

De regreso a casa fue cuando se escondió el sol. No había muchas nubes todavía, pero de a poco se estaba cubriendo el cielo. Con Anita durmiendo una siesta tranquila, vigilada de cerca por las dudas el Reliverán no hiciera efecto -las primerizas somos así- sentimos caer las primeras gotas. Luego, el viento. Y después, más viento todavía... y más. Y el teléfono que no dejó de sonar: padres (abuelos) asegurándose de que estuviéramos bien.

Poco antes de que se pusiera el sol, nos quedamos sentados y quietos frente a la pantalla del televisor. Pero no callados. Un tornado, en Córdoba. Fue bastante modesto, sin aspiraciones Guinness: eso se lo dejó a sus pares del primer mundo. Nadie va a hacer películas ni escribir libros sobre él. Nadie siquiera tuvo la ocurrencia de ponerle un nombre. El tornadito, lo llamó peyorativamente Eschóyez en una entrevista.

Pero pasó, lamentablemente, por una de las zonas más vulnerables de la ciudad, y dejó atrás la destrucción y la tristeza que un fenómeno como éste causa. Y, también, el alivio egoísta, porque mi niña está bien y mi familia segura en la esquina noroeste.


Blanca, a las 10:50 p. m.




miércoles, diciembre 24, 2003

Esta noche es Nochebuena 

Es la época del año en la que aprovechamos para enviar buenos deseos en masa. Sería lindo poder compartir sentimientos como los que esta época genera durante todo el año... pero por un motivo, o por otro, lo dejamos pasar. Y esperamos hasta que llega el fin de Diciembre.

Me confieso culpable.

Pero no por eso voy a dejar de desarles que disfruten de las fiestas. Con los seres queridos cerca o lejos, deseo que esta época especial del año nos traiga, a cada uno, un poquito de paz.


Tampoco podía dejar de aprovechar la oportunidad para compartir esta foto de Anita, sacando la lengua. Los buenos deseos no tienen por qué venir en un envase políticamente correcto, ¿no?



Blanca, a las 2:30 a. m.




martes, diciembre 23, 2003

La vieja casa 

En Sucre y Trafalgar hay una casa. Bueno, cuatro casas, cada una en su esquina. Alguna vez viví a una cuadra de esa esquina, y las conozco bien a todas. La esquina suroeste siempre estuvo abandonada, marchitándose con el paso de las estaciones. Caminábamos por esa vereda, notando con cada tropezón otra baldosa suelta, la maleza creciendo, las grietas en las paredes haciéndose más profundas.

Desde siempre tuvo un cartel, sobre Sucre, que leía un triste "Se Vende," y un número de teléfono celular. Alguna vez, también, pensamos en comprarla. Pero que no, que el terreno es chico. Que no, que la última pedrada rompió la mitad de las tejas que quedaba sana. Que no, fijate la flecha en ese techo... y debe tener goteras... y seguro que la instalación eléctrica no sirve para nada... que esa grieta descubrió el caño del agua y hasta eso está roto... Que si está así de afuera, imaginate de adentro!

Pero llamé, igual. Día de semana en horario de trabajo, como para asegurarme de hablar con alguien. Sin embargo, me atendió un contestador y, aunque les dije para qué llamaba y dejé mi número, fue como si lo hubiera dejado en el vacío: jamás recibí respuesta. Ante mi insistencia, meses después, ni siquiera el contestador se dignó a atenderme.

Se decían muchas cosas, como que la casa era del dueño de la que nosotros alquilábamos. Que pedían una millonada que, por supuesto, la casa no valía. O que había gente viviendo dentro, aunque jamás nadie vio nada. En alguna oportunidad, se dijo también que algún merodeador la miró como con cariño, viéndose okupa. Pero nada de eso fue confirmado y, en cuanto al merodeador, jamás volvió para dar fe de lo que se decía.

Es que así era la casa: un misterio. Igual que las otras del barrio, perteneciente al plan Eva Perón, pero con un toque distintivo dado por el grado de dejadez, aunque una o dos veces al año aparecía alguien y cortaba los yuyos, alguien que desaparecía sin dejar muchas señas ni responder muchas preguntas. Decaída, algo triste, distintiva.

Pero ahora el cartelito no existe más, los yuyos dieron lugar al pasto recién sembrado, y se puede ver una medianera que se levanta hacia Sucre. Se juntan los escombros de lo que se voltea y ladrillos, bolsas de cemento y de cal para lo que se construye. La vereda está siendo arreglada, también, para pasear por ahí con el cochecito, sin preocuparme por dónde van las ruedas. Tejas nuevas, rojo furioso, miran al cielo como invitando otra pedrada, para demostrarse que se la aguantan. Que si una se rompe, otra tomará su lugar, porque alguien compró la casa y, además, va a vivir ahí.

Y yo, no sé por qué, extraño la casa... hecha pedazos, como era antes.


Blanca, a las 2:02 p. m.




sábado, diciembre 20, 2003

De vacaciones... o no tanto 

Anunciar que nuestro tiempo, finalmente, nos pertenece, es una presunción que -por lo que veo- yo, al menos, no puedo permitirme. Más que nada, porque no es cierta. Creí que a partir de la medianoche del miércoles podía considerarme de vacaciones y, sin más, dedicarme a la nada.

Sin embargo, la nada incluye, como es lógico, las ocupaciones diarias de rutina y algunas nuevas con las que contaba pero a las que no les había prestado la importancia adecuada y mucho menos calculado el tiempo que iban a insumir. Me encontré dedicando un mínimo de seis horas diarias a la página web del estudio. Y entre una y tres al SGC-2. Es que es al vicio: los juegos toman su tiempo también, y más si se intenta organizar algo en lugar de quedarnos del lado cómodo y acogedor del simple participante.

En fin. Esta tarde aproveché que quería comprarle un regalo a la Tú para sacar la bebé un rato... y a mis viejos también. Nada del otro mundo: una vuelta por el shopping de Villa Cabrera, que es el que queda más cerca y tiene mejor estacionamiento (una es cómoda, y a mucha honra). Como hecho positivo, encontré lo que quería para la Tú, y además le gustó. Para mí, una agenda de Mafalda: toda la vida quise una pero recién ahora, a la vejez viruela, me decido a comprarla.

Ana Sofía se durmió en el coche a unas cuadras de casa y no se despertó sino hasta que estábamos por volver. "¡No te saco más a ningún lado!" la amenacé riéndome de la cara de sorpresa que puso al despertarse frente a un árbol de navidad gigantesco en medio del patio de comidas.

Si bien mi tiempo realmente no me pertenece, al menos a veces puedo llegar a creer que sí, y dedicarme pequeños premios para alentarme. Llámese agenda, un posteo en conjunto con ChrisD para Xayvian, o un beso de alguno de mis dos amores. Y al que pregunte, no, no trabajo más hasta el 2004.


Blanca, a las 10:42 p. m.




viernes, diciembre 19, 2003

Murphy no sabe de qué habla 

El miércoles, a las nueve en punto de la mañana, dejamos el conjunto de trabajo del año de Arquitectura V y nuestras libretas, con la instrucción de volver a la una de la tarde a buscar las notas y retirar los paneles, maquetas, libretas, firmar actas, etc.

En el ínterin, me tocaba comprar lo último que nos faltaba para la fiesta de cumpleaños de Ana Sofía: papitas, palitos y chizitos: alimento sano y natural para la horda de infantes que esperábamos. Me acompañaron Raquel y Gustavo, y después nos vinimos a casa a llenar las cajitas (ésas que les conté ya, con los payasos de gomaeva) con caramelos, chupetines, alfajorcitos y toda otra parafernalia igualmente alimenticia.

Pasamos el tiempo y a la una de la tarde regresamos a la facultad, primero Gustavo en la bici y nosotras (Raquel y yo con Ana Sofía y mis sobrinas postizas Bahiana y Carlita, que pasaban el día en casa) por atrás, para encontrarnos a la llegada con él y el Pájaro que nos esperaban en la esquina: la entrega de trabajos, libretas y notas se había pospuesto para las ocho de la noche. Y mala información, además: aparentemente no había que firmar actas. Si en ese momento me hubieran dicho otra cosa hubiera actuado.

Pero... yo también soy tonta, qué le vamos a hacer. Toda la vida firmé actas! Puedo intentar justificarme detrás de la pila de cosas que me quedaba por hacer antes de las seis. Incluyendo dormir a Anita que, como si se oliera algo raro para ese día, estuvo despierta desde las tres y media de la madrugadísima. La cuestión es que perdí una excelente oportunidad de pensar, y ése es un lujo que nadie debería permitirse.

Arreglamos con los chicos que a las ocho iban a volver sólo ellos, ya que a esa hora yo iba a estar en medio de la fiesta de cumpleaños de Anét. Al mismo tiempo que pagué cara mi falta de previsión (sí había que firmar actas, a las ocho) al mismo tiempo el destino puso a Silvia en mi camino para avisarme. Al principio, confieso, lloré de bronca: quien dice ocho termina diciendo diez: nadie se desocupó antes de esa hora. Eso, a mí, me significaba perderme de cantarle a mi hija el feliz cumpleaños con mi familia y amigos.

Después, lloré por ser tonta. Finalmente, dejé a mis invitados a las ocho menos cuarto en compañía del Jano, que sin saberlo me mantuvo más o menos cuerda, porque estaba convencida de que iba a bajarle los dientes a alguien a trompadas si no me dejaban firmar el acta e irme. Pero el destino había localizado a Silvia una vez más, y movido las piezas para que yo me tropezara con ella antes que con cualquier otro. En menos de cinco minutos, sin violencia, estaba volviendo a Alta Córdoba. Sin la nota tampoco, porque aún no había sido decidida (ya ven la puntualidad y seriedad con que se maneja esta gente), pero no me importaba nada: tuve a Anita en brazos cuando apagamos las luces y prendimos la vela y la bengala.

Al final, llego a la conclusión de que todo está en un (in)justo balance. No todo lo que podía salir mal, salió mal. Por el contrario, esto es tan sólo una anécdota para adjuntar a un día cuya protagonista ya tiene un año.


Blanca, a las 11:30 a. m.




miércoles, diciembre 17, 2003

Hace un año 

Nos levantamos temprano. Un poquito nerviosos, también, pero no fue hasta eso de las diez de la mañana que me di cuenta que esa tarde iba a tenerte en mis brazos. Que ya no íbamos a tener que esperar más.

Y así fue: hace un año, a esta hora, nos miramos a los ojos por primera vez.

Gracias por este año maravilloso que hemos compartido. Que lo cumplas muy feliz, mi vida.


Blanca, a las 2:53 p. m.




martes, diciembre 16, 2003

Hasta las manos 

Lamento el silencio estos días, pero mañana es el examen... y la fiesta de cumpleaños de Ana Sofía.

Tengo cosas para contar, pero tendré que esperar hasta el jueves!


Blanca, a las 4:48 a. m.




sábado, diciembre 13, 2003

Se acabó lo que se daba 

Acabo de entrar de la calle, después de disfrutar los fuegos artificiales con los que el Club Atlético Instituto celebró el campeonato que lograron ya la semana pasada, pero que como fue en otro lado, les faltaba festejar con sus hinchas y en su propia cancha. Pena que se terminaron, porque me encantan. Y el fondo de las voces de no-sé-cuántos que cantaban no-sé-qué le daba una cualidad única que pocas veces he podido disfrutar.

Sí, para los que no sabían, la esquina noroeste está a tres cuadras del club, así que los días de partido se viven intensamente y desde temprano. Y aunque me confieso no muy interesada por el fútbol, todo lo que haga feliz al Ale me hace feliz a mí. No porque piense que debería ser así, sino porque su alegría es un hecho gratamente contagioso.


Blanca, a las 10:21 p. m.




Qué mal que estamos 

Descubrir que las salidas a bailar se han reducido a los casamientos, es sin duda una revelación entre inesperada y poco bienvenida. Por el otro lado, tiene su lógica cuando, a las dos de la mañana, uno simplemente está esperando que corten la torta para poder hacer una retirada digna, en lugar de quedarse dormido sobre la mesa.

Ése fue mi caso anoche, aunque debo reconocer que, al final, no sé muy bien cómo hicimos para no sólo sobrevivir hasta las cinco y media, sino también sentir un poco de tristeza al dejar la fiesta. Hacía mucho que no la pasaba tan bien, y me consta que el sentimiento es compartido por los restantes compañeros de mesa, amigos del Ale y esposas -ya que el novio es amigo de él- con los que nos vemos poco pero cuya compañía nunca dejamos de disfrutar.

Ojalá se repita pronto, aunque quedan pocos sin casarse... ¿qué sigue? ¿Esperar para bailar hasta que nuestras hijas cumplan quince?

Como nota al margen, y para Beca en particular, una amiga les regaló a los novios todo el cotillón de la fiesta, con el que todos nos quedamos embobados. Una maravilla. Ya la comprometí a que me de una clase para el próximo cumpleaños de Ana Sofía, que para el miércoles no llego ni contratando ayuda. Eso sí, voy a tener que empezar en septiembre porque parece mucho trabajo!


Blanca, a las 3:12 p. m.




jueves, diciembre 11, 2003

Con la casa llena de payasos 

Son treinta. Me he pasado dos días haciendo moldes, agrandando, achicando, y finalmente marcando, cortando y pegando goma eva. Todo sea por la gordita, que cumple su primer año la semana que viene.

Eso sí, en estos dos días no hablemos de asomar siquiera la nariz a la calle, y mucho menos tener la oportunidad de sentarme frente a este monitor. Pero ya pasó y estoy muy contenta. No soy objetiva en cuanto a cuán bien o mal quedaron pero los hice yo misma y, para el año próximo, me queda el sabio consejo de Martha, mamá de tres vándalos:

"Blanca, estas cosas vienen hechas: se pueden comprar!"

Mientras yo estaba en esto, la ciudad cambió de señor feudal. Como había anunciado, don Juez (que toma sopa de león todos los días) no fue a la ceremonia oficial de cambio de mando. No se sabe siquiera si fue alguien a despedir a don Kammerath, pero como nadie va a extrañarlo, tampoco importa.

Son otra categoría de payasos. Los míos son mucho más simpáticos, sin mencionar cuánto menos dañinos.


Blanca, a las 3:49 p. m.




martes, diciembre 09, 2003

Dos por uno 

Tarde, pero terminamos de armar el arbolito. No que nos llevara tanto tiempo, simplemente empezamos tarde también. Muy tarde.

Por supuesto que nos dimos cuenta que sólo teníamos adornos para el arbolito en miniatura, pero nos ingeniamos para la distribución y se lo ve bastante bien. Las luces eran largas, así que hasta eso tiene! Sólo le falta la estrella de arriba, y siete ítems de la lista (además de arroz, la Tú consiguió monedas de chocolate en un kiosco, además de sacar de la nada una casita para colgar) pero bué. No hay apuro. Se ha cumplido con la tradición.

Lo gracioso fue abrir la caja con el árbol porque, de más está decirlo, no se me había ocurrido hacerlo antes. En lugar de sacar un arbolito, saqué dos. Lo primero que se me ocurrió era que tenía que encajar uno sobre el otro, y casi me da un síncope. Iba a quedar de casi tres metros! Pero no, eran dos distintos, nomás.

No sé a quién se le ocurrió, justo a mí! De casualidad que queríamos uno! Fue un error de fábrica, sin dudas, porque la caja decía muy clarito el contenido: "Un árbol de navidad con una cosa en la parte de abajo para encajar las patitas, tres patitas para árbol de navidad, más nada. Si no le gusta, vaya y compre otro al Wal-Mart."

En fin. Antes no tenía árbol de navidad, ahora me sobra uno... da para mandarselo a Xime, pena que estás tan lejos!


Blanca, a las 3:47 a. m.




lunes, diciembre 08, 2003

Antes que Marito Pereyra 

8 de Diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, feriado inamovible caiga el día que caiga, acá se arma el arbolito de navidad. Con la firme convicción de hacer honor a la tradición y tenerlo en pie -a como de lugar- ese día, busqué la lista de elementos que, según mi tocaya Blanquita de la radio, no deben faltar para asegurar la buena fortuna en el próximo año.

  • Una bolsita con arroz: abundancia, fertilidad, aunque todavía no hay planes de tener más chicos, pero...

  • Una casa: Techo, abrigo. Un dibujito de una casa sirve... vamos a ver si lo ponemos a dibujar al artista de la familia!

  • Dos peces: La comida. Por los asados del 2004!

  • Un dólar: Obviamente, la plata. El vil metal no debe faltar. Caso curioso, no hay mención de una carretilla, un torno... es decir: de laburar, ni hablemos.

  • Un sol: Para iluminar el año nuevo.

  • Un corazón: El afecto :o)

  • Siete monedas de chocolate: Prosperidad. Me interesa saber qué se hace con las monedas de chocolate una vez que se desarma el árbol, después de Reyes.

  • Dos anillos: La unión familiar.

  • Una llave vieja: Para cerrar el año viejo, y abrir el nuevo (esto es poesía y no macanas!)

  • Dos cabezas de ajo: Contra la mala suerte y la envidia (y los vampiros).


Ya veré qué consigo porque, desde ya, acá lo único que estoy segura de encontrar es arroz. Si de casualidad hay un arbolito!


Blanca, a las 1:21 a. m.




domingo, diciembre 07, 2003

Diario de un ama de casa con inquietudes 

A veces se me ocurre que ésa debería ser la descripción de este blog, aunque no sea muy diario que digamos, ni yo muy ama de casa tampoco. Sin embargo, ésta es una entrada que caería dentro de lo que se supondría de una descripción como ésa.

El viernes, como ya dije, entregamos el último trabajo grande del año, con lo que quedaron semi-inauguradas las vacaciones. Digo semi porque todavía estamos trabajando, sólo que sin corridas de la envergadura que suponen los trabajos más grandes. Sin embargo, los chicos decidieron que era hora de organizar el asado de fin de año, y la fecha decidida fue ayer sábado.

No sé muy bien cómo nos enteramos que los supermercados Disco lanzaron una promoción justo para el viernes por la noche, donde todos los clientes de Discoplus podrían disfrutar de un descuento del 15% en carnes desde las 22 horas y hasta la 1 del sábado. Oh, casualidad, y nosotros justo por hacer asado!

Diez menos diez, pe eme, la Tú dejó caer un comentario al estilo "Ustedes ya tendrían que estar allá, que va a ser un mundo de gente!"

"Noooooo, no va a ser para tanto!"

Un par de minutos más tarde llegó el Jano y salimos. La verdad es que no había tanta gente, porque el estacionamiento subterráneo tenía lugar -y menos mal-, pero no había ni un carrito. Aunque ese supermercado tiene algo, porque cada vez veo menos. Me pregunto si habrá un mercado negro de carritos del súper... pero me estoy yendo por las ramas.

Tampoco había canastos, pero no nos preocupamos porque sólo íbamos a buscar carne. Subiendo por la rampa, nos dimos cuenta que un ruido que sentíamos en realidad era el sonido producido por una batucada. Que, una vez dentro del súper, descubrimos que era en vivo, para deleitar a los clientes que andaban a los gritos llamando a los chicos que se les desaparecían en cada pasillo, con la boca llena de budín inglés, salame, queso y no-sé-qué-más porque, aprovechando el amontonamiento, había degustación. Todo bajo la decoración navideña que ya hizo su aparición, además de simpáticos carteles que anunciaban la llegada de las "Noches Doradas" de la cadena, a la que supongo pertenecía la promoción de esa noche en particular.

Por suerte, los chicos no tenían aspiraciones de hacerse cortar la carne en la carnicería -que hubiera significado una media hora de cola, fácil- y fueron derecho a la góndola, donde eligieron las bandejas que les cayeron más simpáticas y, como lo hicieron rápido, pudimos pasar por una caja y salir en menos de diez minutos. Sin embargo, me dio la sensación de que éramos los únicos que teníamos algún apuro por irnos: la gran mayoría de la gente -familias enteras- parecía querer quedarse lo que durara el espectáculo (y los salames).

Salí asqueada. Parece que ahora ir de compras debe ser una experiencia artística... o sensorial... o lo que sea...? Eso, o la que siempre va a contramano soy yo.


Blanca, a las 6:41 a. m.




sábado, diciembre 06, 2003

Las cinco del viernes, un día después 

Ayer terminamos el último trabajo grande del año, así que hasta última hora todo fue una gran corrida. Recién ahora puedo sentarme a contestar las preguntas que mandó Betty esta semana!

1) ¿En que tipo de vivienda vives: casa, piso, chalet, de propiedad, de alquiler, en casa de tus padres, en residencia de estudiantes...?

En una casa, nuestra... ubicada en una soleada esquina noroeste!

Hago la aclaración porque hoy el Jano me discutía que ésta es la esquina suroeste. En realidad, sí y no. Ésta es la esquina noroeste de la manzana, que recibe sol del norte y del oeste, en lugar de tomar la ubicación en referencia a las otras tres esquinas.

Se ve que soy complicada hasta para tomar un punto de referencia. Pregúntenme cómo se llega al centro, y les aseguro que los pierdo!

2) ¿Cuál es tu estancia favorita de la casa?

La esquina noroeste jajaja Claro, la esquina tiene su propia esquina. Aquí tenemos el estudio, y pasamos la mayor parte del día ya sea trabajando... o no. La otra es el comedor.

3) ¿Cuál es el último objeto que has comprado para la casa (o para tu habitación)?

Supongo que debería ser el arbolito que decoraremos el próximo lunes que, según la tradición navideña local, se arma ese día. Después de seis años con uno minúsculo de ésos de escritorio, como para que los que siempre preguntan "Y ustedes... ¿no arman un arbolito?" se queden más o menos en el molde, capitulamos. Todo sea por Ana Sofía.

4) Si pudieras elegir, ¿qué obra de arte te gustaría tener en el salón?

A esta respuesta la tuve que pensar un rato. Hoy regresó al país de visita un amigo de Alejandro, que no conocía a la nena, y nos preguntó si ya había agarrado un lápiz para dibujar, como su papá. Y le gustan los lápices, pero todavía no ha dibujado nada (no es de extrañarse, que es chiquita todavía!)

Ojalá haya heredado del Ale el placer de dibujar. En cuanto a mí, me gustaría enmarcar un par de rayas, firmadas por ella.

5) Nunca sales de casa sin...

Nada en particular. Claro que ahora no puedo salir sin la nena a menos que tenga quien la cuide, pero en general salgo apurada y con lo que puedo, más que con lo que necesite o me gustaría.


Blanca, a las 6:07 a. m.




viernes, diciembre 05, 2003

Una flor 

La lluvia nos bendijo con árboles de distintos verdes brillantes y con los jardines florecidos. Los siempreverdes reglamentarios, que tanto aborrezco durante once meses al año, están llenos de esas flores mínimas de color blanco verdoso que se vuelan con la más mínima brisa y ensucian las veredas de forma tal que, cuando una termina de barrer, hay que empezar de nuevo.

Cuando entro a casa y me miro al espejo me siento una hawaiiana, con la cabeza llena de florcitas! Y después me siento tonta, tratando de sacar cada una, más que me río sola de los hombres que se encuentran en situación similar a la mía.

Anita ya había demostrado su interés por las hojas de los árboles, desde que sintió el sonido que hacen cuando hay viento, así que no era de extrañarse que este tema de las flores le interese aún más. Más colores, distintas formas, nuevos perfumes...

Héctor la llevó a pasear hoy, y volvió con una hermosa flor de regalo para mí. La arrancó al paso, estirándose desde el cochecito durante la recorrida.

Mis vecinos deben estar felicísimos con la joyita que vive en la esquina noroeste!


Blanca, a las 1:42 a. m.




jueves, diciembre 04, 2003

Y yo que jugaba para relajarme 

Ilusa de mí, me pasé dos días apagando incendios de los que suceden en todas partes, manifiestos en esas pequeñas emergencias de todos los días. Un trabajo que se complica o, en este caso, un juego que se complica.

Ayer por la noche, cuando finalmente pude sentarme a revisar el correo, me encontré con tres notificaciones de eListas con la novedad de que uno de los instructores de la UIC se había dado de baja. Así, sin siquiera un aviso previo. Y no cualquiera, sino el que estaba encargado de comenzar la siguiente clase.

La semana pasada hablé con él y nada parecía indicar algún problema. Incluso Ana me escribió, ayer también, y como nota final me avisaba que había hablado con este chico el lunes y la clase iba a empezar hoy. Bueno, es más que obvio que, hoy, nada.

Ahora tengo que apagar este incendio y estoy buscando síntomas de embolia cerebral para justificar la remoción del personaje con un lío que tenga entretenidos a todos durante una semana mientras decidimos qué hacer con esa clase que ahora tenemos que preparar de golpe.

....¿Y si no la damos nada? Total, ¿cuánta falta puede hacerle la Instrucción en Combate a un grupo que juega rol sobre Stargate? Bastaría con cambiar el "Venimos en paz..." por un muy argentino "Muchachos, seguro que podemos llegar a un arreglo!"


Blanca, a las 12:25 a. m.




lunes, diciembre 01, 2003

Me gusta dormir sola 

Nada más lindo que explayarse. Estirar el cuerpo al máximo, haciendo uso y abuso de cada rincón de la cama. Llenarla de almohadas que patear, golpear, abrazar y dejar deslizar al piso. Me encanta.

Me costó mucho acostumbrarme a dormir con alguien más. La pelea por las sábanas y el abrigo, la diferencia de temperatura ideal de cada uno, sin mencionar la lucha constante por el espacio propio que, definitivamente, no coincide con la apreciación personal de cada uno con respecto al espacio ajeno. Que si uno tiene los pies o las manos frías, que si duermo vestida como un mochilero cuando hacen menos de 20 grados pero más de 15...

Una ventaja es que él trabaja de noche. Le rinde más el tiempo, sin el teléfono que -durante el día- no para de sonar; sin las visitas permanentes que no nos dan descanso de nueve a siete. Eso me permitía, a veces, dormir unas horas sola, dueña y señora de mi cama. Sin embargo, la llegada de la bebé cambió todo. No sólo el sueño se volvió entrecortado, sino que se achicó aún más el espacio.

A los bebés no les gusta dormir solos. Les gusta dormir en brazos y no sólo eso: los brazos de su mamá. Llegado un momento, las prioridades son repensadas y los límites autoimpuestos se estiran y reacomodan para cobijar la nueva situación: o dormimos todos, sea como sea, o no duerme nadie. De una mitad de la cama, queda aún menos a partir del horario en el que el bebé decide llorar hasta que se cumplen sus exigencias.

La vieja máxima "No negocio con terroristas" pasa a ser "Bueno, como vos quieras."

Y una termina durmiendo con su pareja a un lado, y el bollito de ternura del otro. Con un ojo abierto, también. Así me pasó a mí, al menos. ¡Con lo que me gusta dormir sola!

Aún en las noches en las que él trabaja de noche, no logro reclamar la cama para mi uso exclusivo. Si no duermo con uno, duermo con la otra. Eso, cuando no duermo con los dos.

Por eso no entiendo lo que pasa esta noche. Él trabaja, y nuestra niña duerme plácidamente en la habitación donde duerme su abuela. No le molesta, esta noche, no encontrarse entre mis brazos. Ni siquiera ha hecho un ruidito de protesta. Simplemente duerme, tumba culito, en su cuna.

Y yo estoy acá, haciendo conversación, tomando mate, compartiendo chistes y también momentos de indignación ante algún tema u otro. Gastando horas que podría disfrutar sin quien compita por el espacio, por la temperatura ideal de la habitación, por la cantidad de almohadas que me gusta tener cerca o por el lugar donde se me ocurra poner un pie.

Lo intenté, y fue imposible. La conclusión cae de madura: me gusta dormir sola. Pero, sola, no puedo dormir.


Blanca, a las 11:15 a. m.




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